EXTRAÑAMIENTOS
En el hueco de mi mano te tengo en un rincón acurrucada junto a la línea de la vida. Al acercar mi palma cada noche te respiro te creo allí mucho.
Apagado el libro a las dos y quince penetran los duendecillos de plata se acomodan puntualmente sobre tus fotos azules enormes fantasmas en la ventana fría de azúcares.
La luna mira todo esto, la desgraciada, por los poros del cristal se cuela, por mi silencio, por mi sombra se cuela tan campante campanante y sonora, fresca me muestra el inventario de mis días mis horarios verdes mi máquina de escupir.
Y así te extraño, con luna. No comprendo el vacío de tu idioma, no se acostumbra a rincones de luto mi herida encogida.
Si las paredes necesitan el color tibio de tu espalda, mi cama también, sinceramente; el jugo de tus cabellos, mi espacio la arquitectura de tu mirada, y mi memoria, la ventricular, necesita el diástole de nuestro pecado compartido, siempre que pecar sea naufragar en la entrega dar voces y gritos en la noche crear espuma, miel roja, marfil líquido si, eso
Te extraño. No me preguntes Te extraño: No me persigas. Te extraño. Abre los ojos Recorre como yo los espacios pelados, tócate el sexo, los senos dos a uno el pétalo chaposo las yemas espirales el pulgar más lejano del corazón la raíz de la frente, el labio bajo ese tobillo desnudo, ahora, tócatelo las axilas, cada diente, cada vello perdido en el horizonte de tus muslos haz como yo, tócatelo y extráñame tú también.
Alfonso Gumucio-Dagron
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